Los corsarios virtuales
Gracias a internet y sus redes sociales
la comunicación actual es instantánea y el acceso a la información es
inmediato. Con un simple “clic” es posible introducirnos en la vida y la obra
de otros artistas, contemporáneos o no. Hay que estar muy atentos porque, si
por un lado la web nos permite divulgar nuestras obras, por otro lado facilita
el pirateo de trabajos, ideas, conceptos, textos, denominaciones, estilos,
frases, etc.
Considerando que este medio da una falsa
sensación de anonimato, los corsarios del arte actúan impunemente y, como si
fuera poco, son tan sinvergüenzas que luego publican en sus redes sociales el
producto o subproducto de sus saqueos. Si navegamos la web y ponemos un poco
atención podremos ver millares de ejemplos. Gente que posta en su Blog y
publica en su Facebook copias o directamente trabajos ajenos, incluso de
pintores, escritores y músicos consagrados, sin
que jamás citen la fuente.
Cantando con la voz ajena
Así vemos que un Josecito González
publica y se atribuye un hermoso poema… de Silvio Rodríguez! Pedrito copia a
Romero Brito y publica sus plagios; fulanita “recrea” la figura central de mi
obra Mural “Ka’agüi
sy ha nhande tekoha” y la publica en su blog.
Otros, más creativos pero no menos
piratas, se apropian de los lenguajes plásticos. Al carecer de voz propia
se adueñan de voces ajenas para lograr expresarse, pero quien tiene el oído y
la mirada afinados sabrá notar quien es un mero imitador. Hay quienes imitan a
Joaquín Sabina, pero lo hacen conscientes, sin la intención de engañar al
público diciéndoles que es autor, compositor y
dueño de esa voz. En artes plásticas están los falsificadores profesionales de
obras maestras de autores consagrados y los imitadores que se suben a cualquier
tema y autor que se destaque del resto. Cuando Botero está de moda, lo imitan,
si Carpani hubiese sido boliviano o venezolano (lo ideal para el que plagia
ideas es que el plagiado viva lejos), lo
hubieran copiado e imitado, sin citarlo. Es vergonzoso. Otros aseguran que
hacen “arte indígena” y su trabajo consiste en copiar de la web el arte
originario y plasmarlo literalmente, sin tener la capacidad de, al menos,
recrearlo.
Las metáforas sobre el Quinto y otros tantos Paredones
En mi caso, no siendo un artista
consagrado; aunque no me sorprende, me indigna que a falta de ideas e identidad
cultural propias se apele a la piratería, a la imitación del lenguaje plástico
y forma de expresión que vengo desarrollando hace 15 años. Me avergüenza que
haya colegas que muy audaz y ligeramente se atribuyan el “estilo” Neoguaraní
para designar a sus performances y otros, no menos audaces, que al cuarto o
Quinto día (de un día para el otro) mágicamente conciben un lenguaje, tomando
para sí la idea de introducir elementos gráficos en las figuras humanas, forma
propia que introduje en 1.996 para resemantizar la pintura corporal de los
guaranís. Si bien es cierto que las grafías son de dominio público, pero no así
su forma de aplicar.
Me fastidia y me asombra que a cambio de
aplausos y elogios se usurpe las ideas ajenas y peor aún porque los piratas
sean artistas que por un lado pregonan la sociabilización del arte, pero por
otro lado, ante la incapacidad de
crear y tener ideas propias, roban, globalizando el plagio.
Los conquistadores virtuales: el muerto se asusta del degollado
Es irónico que aquellos artistas que en
sus obras y discursos critican y condenan a los colonizadores, a las
multinacionales y a los explotadores de turno por usurpar los bienes materiales
y culturales ajenos, actúen de la misma manera que aquellos que critican
(sic”). Es decir que ganan notoriedad, poder y prestigio gracias al trabajo y
al esfuerzo ajeno. Viéndolos actuar así me siento el propio Túpac frente a los
bestiales y hoy virtuales conquistadores que, lápiz, pincel e internet en mano
(léase espada, porque hieren y matan) me despojan de mis ideas. Cuando se
procede de la forma que se critica se es hipócrita; más popularmente se diría
que esa actitud es como escupir para arriba: el propio escupitajo caerá en la
cara de quien escupe.
Muchos colegas buscan con obstinación el
bullicio de la notoriedad y la ética, que es más salubre, se apoca delante del
ansia por la fama. De ahí mi indignación ante el gesto de usurpar y plagiar sin
el menor respeto por el trabajo y la trayectoria ajena. En mi caso, como no me
falta creatividad ni ética, no me apropié del trabajo ni de la denominación
dada por otros a su lenguaje, no me subí a lo que se puso de moda en internet
ni me monté en la originalidad o el esfuerzo ajeno para apropiarme de él ni para
granjearme reconocimiento u elogios.
Ética y estética
El lenguaje Neoguaraní revela y encarna
muchos años de trabajo e investigación seria, se trata de concepto que entraña
una forma de pensar y de hacer, como también es una manera conducirse y actuar
éticamente, con un poco de dignidad y respeto por la cultura que venero. Ellos,
los guaraníes hacían y hacen su arte y aunque yo le otorgue nuevos significados
a sus códigos visuales creando frescas alegorías, lo hago citándolos, dándoles
a ellos los créditos y el prestigio porque soy consciente de que mi trabajo
emana de sus manantiales (ver Manifiesto Neoguaraní). Se trata de una forma de
expresión propia que exprime y resemantiza mis raíces culturales y me
identifica como ser cultural; un lenguaje que emana de una forma de ver y
sentir mi entorno y que, cual si fuese sangre, circula por mis venas.
De mis vivencias nacieron la concepción
estética y los recursos compositivos, el modo personal de generar espacios y
profundidad; la manera de aplicar las formas y los colores. El particular
estilo para crear y recrear imágenes en el que las figuras y el fondo juegan
entre sí, creando nuevas figuras. Nada de ello me fue dado gratuitamente,
trabajé muchos años y aún lo sigo haciendo. Lo hago con mucho respeto por el
arte y, por sobre todo, inspirado en este milenario pueblo guaraní al que
interpreto con cierta timidez pero con mucha veneración. No fue necesario robar
ideas ni conceptos ajenos.
Tal vez mi única virtud haya sido
indagar y buscar muy dentro de mí, en mis propias raíces y vivencias cuando era
gurí en la selva misionera. Allí, en ese infinito espacio, donde habité hasta
los diez años y donde intercambiaba juegos, pesca, caza y tropelías con mis
vecinos los Mbyá Guaraní.
La aceptación popular o el rechazo son
menos vitales que mi propia investigación, que mis tímidos hallazgos. Para mí
el ruido de la notoriedad se apoca ante la salubridad de una misión en la vida,
de una búsqueda constante. Si soy limitado en mi saber, suelo ser auténtico y
respetuoso en el hacer y en el decir y más respetuoso aún de las ideas ajenas.
De los 30 años que llevo gastando
lápices y pinceles emanaron la concepción estética y los recursos compositivos,
el modo primitivo de generar espacios y profundidad; la manera de aplicar las
formas y los colores. El particular estilo de crear imágenes en el que las
figuras y el fondo juegan entre sí creando nuevas figuras, no me fueron dados
gratuitamente. Trabajé muchos años para ello y lo sigo haciendo. Lo hago con
mucho respeto por el arte y, por sobre todo, inspirado en este milenario pueblo
al que interpreto con cierta timidez pero con mucha veneración.
Al César lo que es del César…
La propiedad intelectual es un bien, la
creación también es una riqueza que debemos aprender a respetar. No todos los
contenidos de internet son patrimonios universales que se puedan usar libre e
irresponsablemente. Siendo así, cuando extraigamos alguna información, imagen o
vocablo que nos interese, cuando realicemos relecturas de obras ajenas lo
mínimo que debemos hacer es comunicarnos con el autor y consultarlo, en caso de
obtener autorización de uso, darle el crédito a quien corresponda. Al igual que
los conquistadores, el que plagia lleva las de ganar pero cosecha odio. Tal vez
la única ventaja del plagiado sea la de tener conciencia de que su trabajo
tiene tantas cualidades que merece ser imitado. Habría
que intentar ponerse en la piel de los otros, preguntarse cómo se sentirían
cuando se apropian de sus ideas.
Tal vez esta reflexión sea útil y
comencemos por abolir la piratería por lo menos en los ámbitos culturales,
donde jóvenes artistas podrían dar el ejemplo. Está muy bien retratar la
historia en muros y paredones para condenar a los imperialistas de turno, pero,
reitero, habría que tener el cuidado de no remedarlos.
Creo que todos los artistas, a través
del esfuerzo y del trabajo pueden ser capaces de desarrollar un lenguaje de
expresión artística propio, un modo particular de exprimir lo que se es y se
siente y que, con el tiempo, todos puedan aprender a hablar con el sonido de su
propia voz. Es decir, expresar aquello que es como individuo.
La diversidad es sana; lo ideal es que
Pedrito sea Pedrito, Carlitos sea Carlitos y que no intenten ser quienes no
son. De todos modos historia se va a encargar de contar la verdad y
desenmascarar a los corsarios que hoy navegan y piratean en los mares de la
web. Al lado de los piratas modernos Morgan sería un mero aprendiz: él no tenía
computador a bordo!
Miguel
Hachen | Neoguarani