Conceptos
estético-filosóficos
Introducción
Conceptualizar y establecer los
fundamentos estético-filosóficos resultantes de un lenguaje plástico individual
para ordenarlos, enunciarlos y reunirlos en un documento, no es tarea fácil.
Formular y legitimar un manifiesto exige adentrarse en las propias vivencias,
búsquedas e indagaciones, para revelarlas y dar testimonio de ellas. Para poder
hacerlo debo intentar situarme en un terreno donde, al mismo tiempo, sea el
observador y el objeto observado.
Siendo observador me corresponde
examinar, evaluar, calificar y cuantificar atentamente los aspectos tangibles
para así determinar, con la mayor fidelidad posible, la naturaleza y el
objetivo de este manifiesto. Siendo el objeto observado, debo resaltar los
valores intangibles del esfuerzo humano realizado y atribuirme los méritos y
derechos de un continuo y arduo proceso que me demandó muchos años de vida.
El hecho de inaugurar, formalizar
y legalizar un manifiesto implica la voluntad de hacerlo público. Esta decisión me obliga no solo a
difundirlo sino, también, a dividir con escritores y compositores que comulguen
con los principios de este documento, los frutos de un concepto propio y, de
esta manera, dejarlo trascender y ramificarse más allá de las aspiraciones o
conquistas personales.
Como lenguaje plástico y concepto estético individual el Neoguaraní ya
ha trazado un camino, un recorrido del que se conoce el origen pero se ignora el
futuro trayecto. Al convocar a otros artistas de otras disciplinas para
adherirse y recorrer juntos este camino, se aspira alcanzar la categoría de
estilo o movimiento artístico-cultural interdisciplinario.
Orígenes, extensión territorial y significados
La denominación Neoguarani fue
tomada del libro O povo brasileiro escrito
por el antropólogo brasileño Darcy Ribeiro. En dicha obra, el término se
utiliza para referirse a los grupos de indios misioneros Guaraní o guaranizados
por los jesuitas y a otros núcleos mestizos que dieron origen a los gauchos
brasileños y rioplatenses.
Sin embargo, según intentaré
demostrar, este vocablo contiene acepciones que bien pueden ser empleadas en el
ámbito de las expresiones artísticas. A esta palabra es posible atribuirle otro
significado, ya sea en las artes plásticas, la música y la literatura o, más
ampliamente, en el modo de ser de una gran región que abarca nada menos que
Brasil, Paraguay, gran parte de Argentina y Bolivia aunque, con la misma
legitimidad, podría extenderse hacia casi toda Sudamérica.
La expresión Neoguarani es el
resultante de un neologismo que surge del griego néos ‘nuevo’ y guaraní -o guariní- que, según la etimología de esta
lengua, significa ‘guerrero’. Se podría decir que ser Neoguaraní es ser un
nuevo guerrero, un combatiente cuyos únicos instrumentos de lucha son su arte y
su cultura. Un nuevo guerrero que combate pacífica y silenciosamente la hegemonía
cultural que comenzara hace más de cinco siglos y que hoy continúa sometida a
otro imperio que nos impone su estética abyecta.
En esos combates, siempre tan
desparejos, contra la enajenada y ya muy asimiladas estéticas y filosofías etnocentristas
que intentan anular nuestra identidad cultural en beneficio de una cultura
global, pretendidamente universal, es imperioso sostener y dar a conocer
nuestra forma de ser y de crear; mantener vivo ese ñande rekó pasivo e inquebrantable heredado de los guaraníes. Al
final el arte es -o se torna- universal siempre que represente a la cultura en
la cual se origina.
El legado cultural guaraní
Gran parte del extenso territorio
que comprende desde el Caribe (Caraive), hasta San Clemente del Tuyú, en Buenos
Aires y desde las costas del actual Brasil hasta los Andes, antes de ser
usurpado por los conquistadores españoles y portugueses, era poblado por la
Gran Nación Guaraní. Prueba de ello es que la isla que, en 1492, Cristóbal Colón denominó Santo Domingo ya era habitaba por un grupo originario de la
familia lingüística guaraní.
Si durante las Misiones Jesuíticas
hubo una reducción de la lengua, según afirma el antropólogo Bartolomeu Melià,
también podemos afirmar que ocurrió una reducción estética o artística que,
junto con otros elementos culturales, era considerado menor y que, sin embargo,
al igual que la lengua, no han desaparecido.
Aunque en los últimos dos siglos
esos territorios se tornaron naciones independientes, la cultura opresiva y
sectaria, heredada del colonizador europeo, continuó imponiéndose, sometiendo
con la espada y reduciendo con la cruz. Es bien sabido que estas jóvenes
naciones poco o nada han valorado los aportes culturales de los pueblos originarios
en la construcción de sus identidades nacionales. Muy por el contrario, en el
transcurso de esas construcciones se presentaron dos alternativas hartamente
conocidas: civilización o barbarie.
Ante este dilema los gobernantes
locales, siempre subordinados al poder europeo, determinaron el predominio de la
civilización y así fuimos obligados a adoptar la ilustración y el refinamiento
de una cultura que, lamentablemente, hasta hoy aceptamos como superior.
Refinamiento, ilustración y estéticas diversas a las del criollo inculto y
atrasado. Esa ilusoria superioridad cultural permitió que aprendiéramos a
sentir vergüenza de ser criollos, de ser morenos o de tener sangre indígena.
Desde aquellos tiempos aprendimos a mirarnos a nosotros mismos con desdén y hasta
con cierto menosprecio. Querían blanquear la raza y aunque continuemos siendo
predominantemente criollos, neoguaraníes, neoaraucanos o neoquichuas, en cierta
forma han conseguido blanquear el pensamiento
de los mestizos, bien como el de algunas comunidades originarias.
Muy a pesar de la pérdida o
degradación de sus identidades culturales, las poblaciones guaraníes
aculturadas han dejado su impronta ya sea mediante el mestizaje o el silencioso
proceso de transculturación que se evidencia en el acento y en la culinaria; en
la toponimia y la antroponimia; en la
denominación de la flora y la fauna en lengua guaraní; en la música y en la
literatura y en el propio uso del idioma que, afortunadamente, perdura hasta
nuestros días y es hablado con más o menos frecuencia en el nordeste argentino,
en el sur boliviano y en la totalidad del territorio paraguayo.
Pero aunque no se tanga conciencia que en esta región son todos neoguaraníes ni de que son movidos por ese mismo impulso que me motiva
a ser un nuevo guerrero; quiérase o
no, somos el resultado de ese sincretismo cultural y en ese contexto surge
el Neoguaraní para definir una forma popular de ser y de hacer; de sentir y de
mirar; de expresarse y de razonar.
El hecho de que algunos seamos
descendientes de europeos, tengamos la piel clara y no hablemos fluidamente el
guaraní, o no seamos guarani parlante, no significa que no podamos considerarnos Neoguaraníes ni herederos de
esta cultura originaria. Aunque por nuestras venas no corra sangre guaraní, de
una u otra forma todos hemos sido guaranizados. Guaranizados a través de la música litoraleña;del chamamé, la guarania y la polca; a través de la culinaria y del modo andar; de la literatura y de la filosofía de vida. Como dije, todos en esta
región somos neoguaraníes. El término Neoguaraní solo pone en evidencia lo que
culturalmente siempre existió, pero había que darle una denominación que
anuncie y defina con claridad quienes somos como seres culturales. Habrá
quienes lo nieguen, pero haciéndolo se estarán negando a sí mismos.
Estética e identidad cultural
Aun así, desde la colonización
hasta nuestros días no han surgido corrientes o movimientos artísticos capaces
de generar lenguajes plásticos de expresión local o regional. La pintura en
particular -y las bellas artes en general- han sido apenas manifestaciones
calcadas de modelos europeos, ajenos a nuestra realidad. Exceptuando algún intento
aislado, fueron y son realizadas bellas
descripciones de lo pintoresco. Verdaderas misceláneas carentes de raíces, que
poco o nada valorizaron el protagonismo histórico de la Gran Nación Guaraní en
la formación de nuestra identidad cultural.
En suma: a fuerza de ser
excluidos, nos negamos a nosotros mismos. Siempre nos han hecho buscar los
valores culturales de nuestra región lejos de su geografía, de su historia y de
sus raíces. En el mejor de los casos, se realizan artesanías “regionales”
elaboradas especialmente para el turista. En ellas, en vez de enfatizar la
forma de hacer se da énfasis a los contenidos.
Frente a esta realidad era
necesario reformular nuestro concepto estético, buscar formas y significantes
autóctonos que incluyan nuestras raíces culturales, sin excluir -al menos en el
arte- las tradiciones milenarias capaces de proporcionarnos mensajes
inteligibles que permitan delinear una estética genuina y popular que nos
identifique y nos distinga culturalmente.
Pero para poder traducir esos significados
necesitamos de la forma; es decir, de una manera de hacer. Es de la forma de
donde emanan los valores estéticos para la creación artística. La forma debe
parecerse a nosotros, reflejar la esencia de nuestra identidad cultural; en
fin, debe extraer la naturaleza íntima da nuestra tierra y de nuestro ser. El
arte y la identidad cultural son principios indivisibles. No es posible pensar un arte regional y popular
ignorando o desdeñando las tradiciones con sus valores formales, intelectuales,
morales, espirituales y estéticos.
Nuestra región ha testimoniado los
procesos de transculturación, aculturación y deculturación entre colonizadores
y pueblos originarios y, posteriormente, entre mestizos, africanos e
inmigrantes europeos. Dichos procesos posibilitaron la unificación de culturas
antagónicas que sufrieron vaciamientos y colisiones; retrocesos, repudio,
encuentros y desencuentros, pero hubo también adaptación, renovación y un
continuo crecimiento.
Sin embargo, aunque la experiencia
sociocultural de esos encuentros y desencuentros generó formas materiales y
espirituales que se manifestaron en gran parte de las actividades humanas, en
el ámbito de las artes plásticas no se ha sabido expresar el fruto de esa
experiencia colectiva. Prácticas y conocimientos que, pese a todo, siempre han
estado a nuestro alcance ya que forman parte de nuestro ser cultural.
Renacer en la estética
Como heredero natural de esas
experiencias y conocimientos e hijo de estos paisajes geográficos y culturales,
en 1996 emprendí una investigación sobre la cultura guaraní y su influencia en
nuestro modo de ser. Paralelamente comencé a desarrollar un lenguaje de
expresión plástica único y diferente, determinante y armónico al que denominé
Neoguaraní. En él, los códigos visuales intentan mantener una estrecha relación
entre formas y contenidos, estableciendo así un concepto estético regional genuino.
En dicho lenguaje intento utilizar
la misma síntesis geométrica que los guaraníes aplicaban -y todavía lo hacen-
en la confección de diademas, cestería, arte plumaria, apikás, cerámica y pintura corporal. Intento materializar las
metáforas del pensamiento religioso guaraní, su historia y su cosmovisión,
abordando también las leyendas derivadas de sus mitos para otorgar nuevas imágenes
al panteón de las divinidades virtuales guaraníticas y una nueva iconografía
que retrate nuestra flora y nuestra fauna; nuestra gente y nuestra historia.
Sin ser guaraní, a través del lenguaje plástico Neoguaraní intento resignificar
y así mantener vivo el ideal estético de esta cultura ancestral.
Ese ideal estético no difiere
demasiado de otras culturas originarias de América del Sur y los guaraníes lo
conciben como expresión de simetría y equilibrio, de unidad y de síntesis
mediante el uso de formas geométricas puras, abstracciones y sobrias figuras.
En cierta forma el concepto estético Neoguaraní es una suerte de renacimiento
de esos conceptos artísticos, de esa cándida manera de hacer, decir y
representar.
En efecto, se trata de una suerte
de readaptación o relectura que en la que recreo las metáforas del pensamiento
religioso guaraní y muestro, tímidamente, la esencia y la riqueza espiritual de
este pueblo que ha sobrevivido a su dolorosa historia. No trato de revelar sus
enigmas ni de negarlos pero tampoco pretendo hacer “arte indígena” como -con
cierta ignorancia o falta de respeto- se escucha decir por ahí, ya que para
hacer arte indígena hay que ser nativo. En todo caso lo que hacen es copiar,
plagiar o imitar usando herramientas y procedimientos técnicos poco primitivos.
En lugar de asumir esas posturas
facilistas que no valoran ni respetan los procesos creativos ajenos, lo que se
intenta alcanzar es un concepto estético precursor, compuesto por elementos heredados de ambas culturas: la guaranítica
y la europea. Siendo sucesores de ambas culturas no podemos ni debemos negar
una en favor de la otra. Del mismo modo que no es posible hacer arte indígena
sin ser aborigen, tampoco se podría hacer arte europeo sin ser natural de
Europa.
Igualmente, en estos paisajes
subtropicales, tampoco es posible imaginar un arte que remede las vanguardias
propias de las grandes urbes -donde predominan la polución visual, lo efímero y
la velocidad- en prejuicio de nuestra propia identidad. No es necesario
recordar que no habitamos en Buenos Aires, mucho menos en Nueva York, para emular
sus expresiones artísticas.
Mientras en las metrópolis latinoamericanas
la estética es heterogénea y se concentra en la búsqueda de lo ‘post’, adelantándose a lo que vendrá,
reflejando su caótico entorno futurista y su fisonomía multicultural, el
Neoguaraní hace un camino inverso: marcha hacia el pasado, indagando en
nuestras raíces para encontrar una identidad con características propias,
homogénea y muy bien definida.
Salvando las cualidades y las
distancias, podemos citar como ejemplo el renacimiento. Ese periodo en el que
se renovó no apenas las artes plásticas, la arquitectura y las letras, sino que
además influyó en la cultura de la época y se caracterizó por la recuperación
de los valores y modelos de la antigüedad greco-romana, contraponiéndose a
tradición medieval que había negado y ocultado los conocimientos y la
cosmovisión aristotélica.
Debemos a los renacentistas que
los cánones de belleza y el conjunto de conocimientos del arte greco-romano no
hayan desaparecido. De una o de otra forma, semejante argumento podría ser válido
cuando de la cultura guaraní se trata, ésta también fue menospreciada y negada
durante cinco siglos. Tal vez sea el momento de renacer y renovarse buscando y
recuperando valores y saberes; estéticas y cosmovisiones de los pueblos
originarios, como la ancestral cultura guaraní.
De hecho, es paradójico que
aquellos países tan desarrollados a quienes se reverencia y admira estén tan
interesados en explotar -para beneficio propio- los conocimientos de los
pueblos originarios sobre las propiedades medicinales de nuestra flora. ¿Acaso
debemos esperar que hagan lo propio con la estética?
Renacer en la cultura guaraní no sólo
implica un compromiso sino que supone una identificación, entraña la comprensión
y el respeto por su filosofía de vida y su cosmovisión. No se trata de tomar
elementos aislados y superficiales, sino que es necesario ahondar en su forma
de ver y de entender el mundo. Es indispensable adentrarse en su pensamiento y,
a partir de allí, comenzar a recorrer su poesía y su arte. Ser Neoguaraní es
reconocer la belleza negada y a partir de ella renovar con bases sólidas y
mucho respeto.
Reseña histórica
Al adoptar el término Neoguarani
para denominar este lenguaje plástico o concepto estético, estaba consciente de
cuanto había heredado culturalmente de los guaraníes, gracias al hecho de ser
hijo de paraguayo, a mis vivencias en la selva misionera donde nací y crecí
próximo a una aldea Mbya, siempre estuve muy emparentando con la cultura
guaraní, a lo que se agrega las experiencias resultantes de mis investigaciones.
Pero para volver a mis orígenes
tuvo que ocurrir un hecho trascendental que paso a relatar. En 1996, después de
seis años de residir en Brasil, por ocasión de un taller de esgrafiado que fue
administrado en Cascavel por el extinto Grupo Arte Ahora, entre otros
muralistas correntinos, tuve la oportunidad de conocer al arquitecto y artista
plástico Fernando Calzoni.
Fernando con quién entable una
amistad que perdura hasta hoy, además de enseñarme la técnica del esgrafiado en
bajorrelieve, me introdujo en el muralismo, me invitó a Corrientes para
participar de muestras y de otras obras murales y, posteriormente, me brindó la
oportunidad de fundar, junto con otros artistas locales, el grupo Arte Ahora
Brasil, con sede en Foz de Iguazú. Por razones políticas y cuestiones de diversas
índoles, el grupo tuvo una vida corta. Pero, en ese momento, el haber regresado
a la Argentina fue un hecho relevante que me permitió restablecer mis lazos con
la cultura guaranítica, es decir con mis raíces culturales.
El grupo Arte Ahora de Corrientes
también había fundado el Movimiento Interdisciplinario de la Región
Guaranítica. Movimiento que, además de artistas plásticos, congregaba poetas y
músicos. Sin menoscabar el valor artístico e histórico ni quitarle méritos a un
emprendimiento de esa envergadura que posibilitó que la capital correntina sea
conocida, nacionalmente, como “la ciudad de los murales”; en detrimento de la
forma se favorecía el contenido temático.
Las obras murales colectivas que
el mencionado grupo correntino realizaba narraban epopeyas, acontecimientos
históricos y religiosos. Basados en una temática costumbrista, ilustraban santos,
próceres y aborígenes para cautivar al poder público que los auspiciaba. Pero,
a pesar de su guaranítica denominación, el grupo de artistas plásticos realizaba
obras murales y pinturas veristas sin haber logrado desarrollar un lenguaje
plástico o concepto estético con identidad cultural local o regional.
Influenciado y apoyado por
Fernando Calzoni, a partir de 1996, comencé a realizar obras murales y, al
fundar el Grupo Arte Ahora Brasil, una de mis primeras preocupaciones fue la de
encontrar elementos plásticos que nos distinguieran de las obras murales
correntinas. Pero tal preocupación no radicaba en los contenidos de las obras sino
en la forma, en el lenguaje plástico; es decir, en la estética.
¿Si el movimiento
interdisciplinario del que formaba parte pertenecía a la región guaranítica,
porqué razón la estética no era de inspiración guaraní? En esa época, además de
los libros sobre el muralismo mexicano que me facilitara el propio Calzoni,
tomé contacto con las obras de León Cádogan, Pierre Clastres, Darcy Ribeiro,
Tício Escobar, Adolfo Colombres, Carlos Mordo y Bartolomeu de Melià, entre
otros etnógrafos y antropólogos y comencé a frecuentar las aldeas Mbororé e
Iriapú, localizadas en Puerto Iguazú.
El chamamé y los libros me
devolvieron las vivencias de mi infancia en la selva misionera donde compartí
algunas actividades con mis vecinos los Mbya. Al rencontrarme con mis orígenes
comenzó a surgir el lenguaje plástico al que tiempo después denominaría
Neoguaraní.
Neoguaraní, ñande piahú rekó
Este singular concepto estético
que ha sido plasmado en innumerables obras murales, pinturas, cerámicas,
bocetos datados y reproducciones serigráficas en prendas de vestir, plantea una
nueva iconografía que, en cierta forma, encarna el ideal estético guaraní. Para
materializar los contenidos de la mitología guaraní y otros temas, fui incorporando
grafías y simbolismos; códigos visuales y formales que componen las imágenes de
dioses, hombres y astros que se entrelazan y se mimetizan con la Naturaleza.
Estos entrelazados aluden y encarnan la simbiosis de los guaraníes con su
entorno y simbolizan su comunión con la tierra.
La flora y fauna son representadas
como elementos vivos que se incorporan a las figuras humanas para transformarse
en aderezos, en pintura corporal que ornamentan a los bellamente adornados. Al igual que en las tramas de la cestería
guaraní, donde las formas ambivalentes juegan a ser figura y fondo, en la
estética Neoguaraní esas dualidades también aparecen en los elementos que se
alternan entre la figura y el fondo.
Como artista plástico y muralista,
es un orgullo fundamentar el trabajo artístico que he desarrollado apoyándome
en los conceptos del pensamiento y de la estética de este pueblo noble y
espiritualizado. Conceptos estéticos, filosóficos y religiosos cuya
interpretación siempre es muy personal, tan personal y diversa como la obra de
cada artista, tan propio e inconfundible como la voz de cada ser humano y tan
singular como el neologismo que escogemos o creamos para designar nuestra forma
individual de hacer arte.
De mis vivencias emanaron la
concepción estética y los recursos compositivos, el modo personal de generar
espacios y profundidad; la manera de aplicar las formas y los colores. Nada de
ello me fue dado gratuitamente, trabajé muchos años y aún lo sigo haciendo. Lo
hago con mucho respeto por el arte y, por sobre todo, inspirado en este
milenario pueblo guaraní al que interpreto con cierta timidez pero con mucha
veneración y respeto. Jamás me subí a lo que se puso de moda ni monté en la
originalidad o el esfuerzo ajeno para apropiarme de él y así granjearme el
reconocimiento y los elogios. En el lenguaje Neoguarani expreso lo que soy ser
humano y como ser cultural.
Entre semblanzas y aventureros
Para abrir y compartir con
aquellos artistas que concuerden con este modo de expresión y con su
denominación, era fundamental registrar y documentar los conceptos de este
manifiesto por escrito y publicarlos. Por otra parte, ante la audacia y la
ausencia de escrúpulos de algunos aventuremos que, mediante el uso de internet,
usurpan y se atribuyen este lenguaje sin considerar que es demasiado sencillo
descubrirlos y denunciarlos públicamente en ese mismo medio. Así, junto con
otros documentos, este manifiesto constituye una valiosa prueba de lo que aquí
es manifestado.
A través del presente manifiesto
no se pretende que los conceptos aquí vertidos sean interpretados como una
doctrina estética que debe ser seguida para realizar obras idénticas, sino para
que cada artista interprete y se exprese de acuerdo a su lenguaje individual.
Cabe destacar que aún será
necesario realizar una exhaustiva investigación para puntualizar cada aspecto
cultural del concepto Neoguaraní y sus alcances. Habrá que examinar
detenidamente la música, la poesía y las tradiciones orales; el lenguaje y los
giros idiomáticos; los mitos urbanos y la arquitectura, entre otros.
Miguel Hachen,
Foz de Iguazú, Brasil, 9 de enero
del 2007.-
4 comentarios:
Muy amplio y envolvente este post. Da forma a lo que se siente cuando se contacta con los indios y los mestizos, pero es difícil de expresar.Es bueno para anáilis y tomar postura.
Esto es muy interesante y aclara la posición que se siente ante la situación cultural actual de indios y mestizos. Es como ponerle palabras al sentimiento de pesar y curiosodad.
Muy amplio y envolvente este post. Da forma a lo que se siente cuando se contacta con los indios y los mestizos, pero es difícil de expresar.Es bueno para anáilis y tomar postura.
Interesante me ha gusta. Nuestros orígenes están ahí y forman parte de nuestra esencia. Totalmente una equivocación el negarlos y avergonzarse de ellos cuando en realidad son los que nos aportan la diferencia que nos hace únicos y de una gran riqueza personal, espiritual, etc
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