Los mejores parámetros para saber si nuestro trabajo es apreciable o irrelevante son las respuestas del público y la actitud de nuestros colegas. No puedo negarlo, me complace que muchas personas de diversas áreas, amigos y amigos de mis amigos virtuales, tomen las imágenes de mis obras para ilustrar sus perfiles. Pero, lo que más me sorprende y hasta me conmueve es que algunos colegas argentinos, paraguayos, brasileños y de otros países sudamericanos soliciten adherirse al lenguaje que vengo desarrollando desde 1996 y al que denominé Neoguarani.
Un “estilo artístico” o una nueva identidad al alcance de sus manos
Hay quienes me preguntan si se trata de una “corriente artística o movimiento cultural” y otros afirman que se sienten “atraídos o identificados” con este “modelo” estético. Asombrado veo como los más ingenuos o imprudentes reproducen algunas de mis obras y, por increíble que parezca, luego las publican como siendo propias. También hay colegas, menos íntegros -pero para nada ingenuos- que sin hacer uso de la denominación Neoguaraní se apropian del lenguaje plástico para aplicarlo a otras temáticas en estas y otras tierras porque, como todo lo que se publica en este medio está, gratuitamente, al alcance de sus manos.
Al analizar la producción de algunos colegas y hacer una
retrospectiva observando las obras que realizaron hace uno, dos, tres o cuatro años
atrás, noto como en tiempo record migraron de un lenguaje a otro; es como si cambiasen
de personalidad e intentasen expresar en sus obras vivencias que jamás
experimentaron. Es más o menos como si un músico santiagueño, quien durante
años tocó chacareras, de un día para el otro pasara a ejecutar “gualambao”
porque es lo que más se está escuchando y “vendiendo”...
Un lenguaje, estética o estilo personal -con características
formales propias- no es un producto provisorio o efímero que se conquista espontáneamente,
ni es una mercancía que se adquiere gratuitamente y nos pertenece porque lo “descubrimos”
en la web, gracias al Google o al Facebook. Un lenguaje es bastante más significativo
y valioso que un procedimiento técnico, es el resultado de muchos años de
investigación y dedicación, es el reflejo de lo que cada uno recibe como herencia
cultural; pero sobretodo es el resultado de las propias vivencias, de esa inconfundible
biografía personal que caracteriza a cada individuo y es tan distintivo como el
sonido de nuestras voces. Quienes, por moda o dinero, reproducen las vivencias
ajenas pierden el tesoro más valioso que poseen: su propia identidad.
¿Elefantes marinos en Misiones y yaguaretés en la Antártida?
Así como las expresiones artísticas de cada cultura son
dignas y valiosas porque se diferencian de las otras, cada historia personal es
digna y valiosa, justamente, porque nos diferencia y distingue de los demás
individuos. Cuando las manifestaciones artísticas individuales son genuinas exteriorizan
aquello que somos como seres culturales y expresan las cualidades sociales de
cada cultura, es decir: su pasado y su presente; sus acentos y sus cadencias; su
geografía y su clima; sus colores y sus formas; su flora y su fauna; sus olores
y sus sabores. Naturalmente no encontramos elefantes marinos en Misiones
ni yaguaretés en las Islas Malvinas; así como no existe selva en la Patagonia, ni
hielos glaciales en el Paraguay, es ridículo que las expresiones artísticas no
condigan con la historia y los paisajes individuales y colectivos.
Las cualidades intrínsecas que identifican países, regiones,
provincias, etc., son arquetipos y atributos inconfundibles, no son frutos que están
a la venta en los supermercados, no se forjan en un par de años, no se cultivan
ni crecen en tierras lejanas, tampoco se aprehenden leyendo u observando obras y
fotografías. Por esta razón, uno de los valores más importante de las
expresiones artísticas es la capacidad que tengamos de reflejar nuestra
biografía individual y nuestras semblanzas colectivas. Para alcanzar un
lenguaje no es cuestión de “reproducir” los contenidos temáticos del entorno, se
trata de interpretar los significados simbólicos del imaginario colectivo y resemantizar
sus formas.
Los “típicos” carnavales dinamarqueses
Así, cuando leemos las obras de Jorge Amado vemos
reflejada su Bahía natal y comprendemos el sincretismo cultural tan característico
de ese Estado. Cuando escuchamos las canciones de Ramón Ayala identificamos a
Misiones. Por eso mismo, el más virtuoso músico alemán nacido en Berlín jamás
podrá componer tangos con la misma pasión de un porteño, como tampoco los
dinamarqueses nunca podrán alcanzar el brillo del carnaval carioca, simplemente
porque carecen de las tradiciones afrobrasileñas. En todos los casos estarán
ausentes las raíces, la idiosincrasia, el sentido de pertenencia y los
sentimientos individuales y colectivos. La diversidad entre los orígenes e
historias de las diferentes culturas es muy semejante a la diversidad y origen
de los individuos.
Solo nos corresponde ser, reconocer, valorar y
expresar aquello que somos como individuos y como seres culturales, pertenecientes
a determinada sociedad, para que las obras que producimos sean genuinas e
incontestables. De otro modo, tan solo serán productos comerciales, de carácter
temporal, que no sobrevivirán al paso del tiempo.
Ideales estéticos y criterios éticos
Cuando una forma de expresión artística -surgida de
experiencias individuales- se torna pública es porque se comienza a reconocer su
valor cultural, es porque ese lenguaje nos identifica colectivamente. Por estas
razones, considero que si un estilo es genuino, si refleja la identidad
individual y colectiva, si representa nuestros valores y encarna el ideal
estético comunitario, podrá trascender y hasta podrá transformarse en un
movimiento cultural regional al que se adhieran, inclusive, otras formas de
expresión artística, siempre y cuando comulguen y reconozcan la procedencia y naturaleza
de estos ideales. En estos casos es necesario conducirse con criterios éticos.
Miguel Hachen | Neoguarani
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