La lengua es el instrumento natural del pensamiento. Es decir, los seres humanos le debemos al lenguaje nuestra capacidad de pensar. Pero siempre que pensamos, creamos, sentimos o soñamos, lo hacemos en nuestra lengua materna.
Visto que es la que mejor conocemos y la que menos esfuerzo requiere, nuestra lengua materna nos permite comunicarnos fluida y espontáneamente. Es por ello que preferimos emplearla tanto en situaciones intelectualmente complejas como en circunstancias íntimas.
Además, siendo el primer signo de identidad individual y colectiva, la lengua materna es el vehículo más importante de la cultura. Al ser un organismo vivo, según Humboldt, la relación de la lengua con la cultura es absolutamente indisociable.
Si, por un lado, es principalmente gracias al sistema de comunicación verbal que los hablantes reflejamos nuestras experiencias y formas de ver y entender el mundo, el lenguaje es el que nos provee identidad y sentido de pertenencia a un determinado lugar. Por otro lado, debido a que las lenguas y las culturas están íntimamente enlazadas, el conocimiento de otros idiomas abre puertas a mundos diferentes y nos permite descifrar, comprender y adoptar los fundamentos de otras culturas.
Pero, sin un profundo dominio de un idioma diferente o segunda lengua, sería imposible abrazar otra cultura. Claro que, tal comprensión y dominio no están vinculados a la dicción o manera de pronunciar, sino a la capacidad de pensar valiéndonos del sistema lingüístico de otra cultura. Dentro de ese sistema, las formas de expresión más sutiles y complejas -presentes tanto en el lenguaje culto como en el popular de todos los idiomas- son la jerga, la ironía y el humor.
Del mismo modo que, solamente cuando comprendemos y dominamos tales complejidades y sutilezas, realmente podemos afirmar que hablamos la lengua de otro pueblo, cuando hablamos esa otra lengua es porque no sólo conocemos la cultura local, sino que ya la hemos incorporado. Al igual que un nativo de veinte o treinta años de edad está permeado por su cultura; después de muchas décadas, un extranjero también lo estará. Pero el extranjero cuenta con una ventaja adicional: puede contemplar esa cultura desde adentro, tanto como observarla desde afuera.
Aunque, para quienes actuamos como agentes en ámbitos culturales, estas cuestiones, tan sutiles, no pasan inadvertidas, difícilmente son percibidas tanto por los nativos como por los extranjeros que actúan en otras áreas. Sin embargo, aquellos nativos del mismo ámbito que están facultados para evaluar las creaciones artísticas y entienden los grandes desafíos de crear en otra lengua, deberían valorar el desmedido esfuerzo que debe realizar un extranjero para imaginar un estilo o lenguaje plástico que, aunque suene paradójico, estéticamente los represente a ellos.
Ese es el caso de algunos jurados nativos de este país que, analizando mi obra y trayectoria, reconocieron cierto valor. Ejemplo de ello es el siguiente: "Artista de larga y relevante trayectoria artística, con acciones innovadoras, a lo largo de su carrera. Su actuación está ligada al mundo de la escritura, las artes visuales y plásticas, así como a la educación. Tiene un cuerpo de obra de gran importancia para la memoria artística cultural local, nacional e internacional".
Este tipo de reconocimientos lo puede otorgar únicamente quienes entienden los desafíos y las dificultades de crear en otra lengua y saben que la cultura es la herencia social de toda la comunidad.
Miguel Hachen | Neoguarani
Arte con identidad cultural
Detalle del proyecto para la obra mural Neoguarani "Naipi e Tarobá"
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