jueves, 11 de abril de 2013

La banalización cultural

Promovida y subordinada a los intereses económicos e ideológicos de los grandes medios de comunicación quienes dictan el gusto y la preferencia, estamos cada vez más contaminados por la insubstancial cultura masificada. Cual si no existiesen otras opciones, el público no solamente es inducido a consumir productos culturales anodinos sino también a “comprar” y - lo que es peor- a adoptar valores y comportamientos espurios.

Estrechamente vinculado a este modelo social consumista, el actual sistema educativo es apenas un medio utilitario que cumple su papel adiestrando mano de obra prematura y otorgando diplomas para garantizar la inserción en el mercado laboral que aseguren el empleo y la producción de bienes para el consumo.

En esos moldes la visión y la misión vigentes en los centros de enseñanza no es la de universalizar el saber para la formación integral y cualitativa del ser humano, sino la de formar profesionales estandarizados, sin cultura general, limitados a su especialización y contaminados por los valores de la industria mediática que les impone el consumo de bienes tecnológicos.  

Es difícil encontrar profesionales o empresarios que inviertan en arte o consuman bienes culturales genuinos producidos en su propia comunidad. Es poco frecuente encontrar médicos, ingenieros o abogados en una muestra de pintura o presenciando una obra de teatro.

Si cotejamos el actual crecimiento económico con el desarrollo cultural notamos que mientras el primero alcanza índices elevados el segundo se va malogrando. Empresarios y medios de comunicación no incentivan ni estimulan, ni siquiera mencionan a los trabajadores culturales que se esfuerzan en recuperar o mantener la genuina identidad de los pueblos a través las expresiones artísticas populares.

De esta manera el arte pasa a depender de los gobiernos de turno que, cuando no discriminan ideológicamente, explotan a los artistas aprovechándolos políticamente y, a cambio de reconocimiento y pagos simbólicos, les exigen que se acomoden a sus preferencias estéticas.  

Con un público culturalmente empobrecido, allí donde escasea la cultura y la educación, la economía crece sin alma. Las obras no circulan y los artistas, en busca de audiencias que raramente los reconocen o consumen sus creaciones, sienten el desaliento de que su obra no llega al público, malogrando así su creatividad y su producción.

Renunciando o depreciando los valores simbólicos, materiales e inmateriales, de la cultura que fertiliza el saber, el modelo educativo y social parece apuntar a la banalización cultural ahogando las expresiones artísticas más genuinas.

Así como educar no es apenas formar individuos capaces de producir, el papel de los artistas no es el de estimular gratuitamente la sensibilidad mediante la estética. El arte posee una dimensión humana capaz de reflejar la experiencia colectiva de las sociedades. Para que esa experiencia colectiva trascienda los artistas deben contar con un público educado y culto con criterios para discernir entre la superficialidad de la cultura masificada y el arte popular que lo representa.

Miguel Hachen | Neoguarani

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