miércoles, 5 de diciembre de 2012

Taller de muralismo y arte público en Córdoba


Junto al grupo de participantes durante la realización de la obra mural La Madre Sierra

El devenir es un misterio que nos invita a develarlo. Noviembre y un país al que me prometí no pisar jamás me privó del paisaje colombiano. Y claro, es natural, ese país nos priva incluso del derecho a ser libres. Con pasajes vía Miami y sin contar con una visa en tránsito, el Valle del Cauca, el mural en el hundimiento del medio (en homenaje a las caleñas), partieron hacia el olvido. No existen los errores ni las pérdidas, la vida sabe lo que necesitamos y nos indica cual es el camino. No vale la pena insistir, al fin y a cabo las cosas son como deben ser, no como deseamos que sean. Si esta vez noviembre me desvió de Cali, es el segundo año que me lleva a Córdoba.

Mientras Augusto Roa Bastos narraba La vigilia del Almirante, la aeronave despegó en Iguazú, hizo escala en Salta y aterrizó en Córdoba. Allí me esperaban Inés y María Eugenia, luego en el Seminario mayor de Córdoba se sumaron Luciana Scheggia, Adriana Leonor Lion y Nora Delia Papa. Entre abrazos de bienvenida y esas ansias que provoca la alegría de encontrarse, las horas pasaron de prisa y la noche nos encontró en la casa de Paco, María Eugenia y Nacho, el del pingüino. La picada, las pizzas, los brindis con buen vino y la calidez de los anfitriones hicieron del encuentro una reunión de viejos amigos. Se sumaron Carolina Scalamogna, Claudia Esbolci y Claudio el mismo que el domingo nos regaló uno de esos inolvidables asados argentinos. Al día siguiente conocí a María Laura Sobrero, Caroline Scaglioni y, desde  Carlos Paz, llegaron Luciana y  Elisa.

No escaseó nada. No faltaron sonrisas, pero sobraron ganas, talento y creatividad. Ni las dos lluvias opacaron el entusiasmo de todos. De tanto que disfrutamos de ese taller/mural, la semana en Córdoba se hizo tan breve que se nos escurrió en un instante. Las imágenes no mienten y aunque no haya registro de todos los momentos vividos, la alegría compartida con el grupo se reflejó en la obra y contagió a los cordobeses que por allí transitaban -a pie o en automóvil- aplaudiendo el mural. Fue una de las pocas veces que presencié al público celebrando una obra de esa manera.

Dejé otra obra en Córdoba y de allí traje nuevos amigos, el brillo de ese grupo de mujeres y la inocencia de Alina. Luego de esas “vacaciones” en Córdoba, estuve de paso por Buenos Aires. Diciéndole sí a la vida, ella nos da todo. Diciembre ya había comenzado.

Miguel Hachen | Neoguarani

1 comentario:

Unknown dijo...

Mi querido Miguel,esa admiración que comenzó a través del descubrimiento de tu obra, se transformó en una vorágine de sentimientos y sensaciones que fue envolviendo esos inolvidables días de mural. Hoy descubro en vos,a un ser sensible, humilde, generoso,respetuoso, con total entrega a dar lo mejor...en definitiva,un gran maestro. Fue hermoso conocerte, y descubrir a un amigo. Se me llenan los ojos de lágrimas al leer tu relato, gracias gracias y siempre gracias!